SÁBADO 2 DE MAYO
No solo recuperamos en este
tiempo libros por leer, películas que revisitar, series para descubrir y la
saludable costumbre de las conversaciones telefónicas y llamadas a amigos. También
he desempolvado los casettes que
tengo como una antigualla en una estantería del salón y he reproducido algunos
en el radiocassette con lector de CD que me compre allá por el 96. Tengo muchas
cintas en las que me grabé CDs de amigos, recopilaciones variadas de los primeros
vinilos que compramos mis hermanos y yo y también algunos casettes originales de los grupos que me gustaban hace más de veinte
años. A veces me invade un poco de nostalgia al escuchar algunas de esas canciones,
y en otras ocasiones me entra el buen rollo que esos temas me transmitieron
cuando era un estudiante de ingeniería de caminos esforzado y regulero, en
aquel bajo de la calle Benicarló de Valencia en el que viví tantos años. Precisamente
uno de los amigos con los que comparto videollamada de aperitivo a la hora de
cocinar los sábados me suele ofrecer desde su balcón una vista de las calles
que transité durante casi dos décadas en el barrio de Benimaclet, y me sigue pareciendo
un paisaje tan familiar… Tanto como las sensaciones que me despierta esa música
que vuelvo a escuchar. Incluso las ganas de ser poeta que me entraron con el
primer disco de Jarabe de palo (confieso
que en el mismo documento de Word en el que escribo este diario voy
garabateando a golpe de teclado algún poemita inspirado por unas inesperadas
mariposas en tiempos de pandemia, quién nos lo iba a decir).
Hoy es el primer día en el que
los confinados semiestrictos podemos salir a la calle más allá de la puerta del
súper. Ayer estaba convencido de salir por la mañana para mantener la rutina
que he adoptado de hacer ejercicio a primera hora del día, pero incluso en esta
situación en la que había tantas ganas de salir como potrillos ahí fuera,
anoche trasnoché y además de las cervezas del post-directo de los viernes en Instagram,
me tomé un par de copas más (en las siete semanas que llevamos creo que sólo me
había tomado dos hasta ayer), con lo que me fui a la cama entre rones y alas de
mariposa que hoy me han despertado cuando los corredores de primera hora ya
regresaban a sus casas. Así que por ahora este está siendo un sábado normal en
tiempos de pandemia: fregar platos de la noche anterior y ordenar lo que me
dejé por en medio tras los copazos, videoalmuerzo con los amigos de Caminos en
Valencia (hoy solo una IPA), el vermú mientras cocinaba con el grupo de Madrid
(una amiga nos ha contado que después del ERTE en el que la han metido, toma la
decisión de irse de Madrid y regresar a Orihuela, y mira que cuando nos vimos
la última vez fue para despedirme yo, el que se iba de Madrid), y luego con la
comida me he reenganchado a otra vídeo con alicantinos que ya planean el encuentro
en la primera fase.
Penne con salsa bolognesa all’arrabbiata.
Anoche, en el post-directo también
tramamos la visita anual de inicio de verano en Cabo de Gata. A ver cómo
evolucionan las fases en la Villa y Corte. Veo complicado escapar desde Madrid antes
de julio, pero los de aquí también estamos pensando ya en posibles excursiones
a la sierra para compensar. El pasado que echamos de menos nos espera en el
futuro.
Y finalmente salí a correr (acabo
de regresar ahora mismo). Me he dado una carrera de unos 53 minutos (8,40 km)
recorriendo las calles adyacentes al Manzanares desde el Calderón a Príncipe
Pío, rodeando la montaña del Templo de Debod, de ahí al Palacio Real y bajada
hacia parque de Atenas para regresar a casa por Virgen del Puerto junto al Manzanares
de nuevo. Muchísima gente por las calles que rodeaban los parques. A veces se
hacía complicado guardar las distancias de seguridad porque hacía una tarde
magnífica y todo el mundo se ha echado fuera. Esperemos no haya consecuencias.
Yo he disfrutado mucho esta carrera.
David 45 – Nocilla 0
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