sábado, 18 de abril de 2020

(OTRO) DIARIO PARA UN CONFINAMIENTO POR PANDEMIA GLOBAL: Darlo todo

SÁBADO 18 DE ABRIL


Los sábados no me da el día para hacer ejercicio. Ayer, iluso de mí, pensé que sí podría hacer como todas las mañanas después de desayunar, pero entre que tenía aún todos los libros que usé para el vídeo repartidos por el salón, y que a partir de las 12 voy saltando de videoaperitivo en vídeoaperitivo, me hago de comer más tarde, la siesta se retrasa, y me siento a escribir esto pasadas las cinco de la tarde (y yo escribo lento), pues que se me echa el día encima.

A ver si luego más tarde me da tiempo a hacer una sesión antes de la cena, que hoy no he quedado con nadie (cuántas veces habré hecho este chiste estos días…).

Los viernes, por ahora van tres, me ha dado por hacer directos de Instagram para leer fragmentos de libros que me han gustado, o un relato corto entero, incluso mío, y tener mis quince minutos de gloria delante de las menos de veinte personas que me pillan a esa hora. Ayer, a propuesta de mi buena y mejores amigas Anna, leí un relato de la colección Crónicas de motel de Sam Shepard. Este relato termina con el siguiente párrafo:

Me volví hacia la extensión de tierras y me pregunté hasta dónde ir. Exactamente la misma pregunta que me hice antes, cuando nadaba en el océano. ¿A partir de qué lugar comienza a ser peligrosos seguir alejándose? Y comprendí que uno se lo pregunta cuando ya empieza a creer que ha ido demasiado lejos.

Y esto da para muchas reflexiones. ¿Cuántas veces tenemos miedo de pasarnos cuando ya nos hemos pasado? ¿Por qué nos gusta tanto estirar la cuerda en algunas situaciones? Normalmente siempre nos damos cuenta de que el punto de no retorno se nos ha quedado detrás cuando ya pisamos «territorio comanche» y estamos metidos en la mierda. Pero somos exploradores natos y necesitamos asomar la nariz un puntito más, a ver si ahí detrás de esa esquina está el monstruo o el mirlo blanco. A la prudencia la prefiero calificar como virtud de los que nunca llegan, y no de los vivos, porque si has vivido para no contarlo, ¿qué has vivido?

Hoy, Anna me ha enviado la reflexión que le pedí ayer durante el directo de Instagram. Y aunque sé que me va a matar por mencionarla y exponer sus palabras, no quiero adueñarme de ellas:

Ayer cuando hablabas en Instagram del texto de Shepard, pusiste el símil de cuando nadamos en el mar, y por asociación (y porque es el momento de la peli que más me mola), me acordé de Gattaca, cuando Ethan Hawke nada en el mar compitiendo con su hermano, y pese a su patología cardiaca, gana, porque no le importa no regresar... Quizá eso nos pasa a muchos, que nos metemos en todo lo que hacemos a fuego, sin pensar en la vuelta, porque da igual, porque si merece la pena, hay que darlo todo. Siempre.

Y estoy tan de acuerdo que no puedo añadir ni restar nada. Es una suerte ver cómo conforme pasa el tiempo vas convergiendo con gente que comparte tus mismas «taricas». De guantazo en guantazo hasta la victoria final.

Y una de esas taras que tengo es que solo de tanto en tanto me da por el orden, y voy a aprovechar la desbandá de libros que tengo en el salón para volver a ordenarlos por género, colección, lengua original o vínculo. Poco a poco se me habían ido moviendo de sitio con las inquietudes propias de los libros, y ya empezaba a haber algunos a los que les tenía la pista casi perdida porque se me habían escondidos en estantes (o anaqueles, como diría el bueno de Eduardo Boix) que no son los suyos.




Aquí ya hay cierto triaje.

Quizá después de eso me haya ganado un sándwich de Nocilla en lugar de otra manzana.

David 31 – Nocilla 0


CONTINÚA AQUÍ: A propósito del mirlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario