DOMINGO 12 DE ABRIL
En el tema Un buen día de Los Planetas, el protagonista se tira gran parte de la jornada en
casa. Es una canción que con los años (los de quien la escucha) va ganando en melancolía,
quizá no solo por lo que narra sino porque al hablar del niñato (¿Raúl González Banco?) y de Mendieta
nos recuerda los lustros que llevamos anotados en nuestra cuenta vital. En todo
caso, Jota nos relata en este tema que sale de casa básicamente a comer y beber
(«he bajado al bar para desayunar», «luego han venido estos por aquí y nos
hemos bajado a tomarnos unas cañas y me he reído con ellos», «había quedado de
nuevo a las 10 y he bajado en la moto hacia los bares de siempre»), y que es en
esos momentos cuando le asalta el recuerdo de su ex pareja. Es como si metido
en casa, en su refugio, pudiera gestionar mejor esos sentimientos, y sin
embargo es fuera cuando las sensaciones despiertan recuerdos que le sumen en la
melancolía. También es verdad que cocinar para uno solo, especialmente cuando has
tenido la costumbre de hacerlo para dos, o para un núcleo familiar, puede
hacerse más duro, lleva asociado cierto halo de tristeza si no sabes gestionar
algunas emociones. Quizá esa es la explicación de la etiqueta #instafood con la que compartimos en
Instagram lo que cocinamos, para sentirnos acompañados en ese proceso de
cocinar, para soterrar la sensación un tanto vacía de cocinar solo para uno
mismo.
Hoy, aunque no haya salido de
casa y aunque por fortuna ya no me acuerde de nadie del pasado, ha sido un buen
día porque he cocinado en compañía, a riesgo de la durabilidad de mi teléfono
móvil ya que lo coloco detrás de los fuegos mientras cocino, expuesto al calor,
los vapores y los salpicones de ollas y sartenes. Pero es lo única forma de
compartir videollamada con amigos en ese momento. Los últimos fines de semana
han sido de cocinar en compañía, y son de los mejores ratos del confinamiento,
aunque no tenga muchas cosas que decir, me vale con tener a alguien al otro
lado hablando de su historia mientras yo enredo con la paella o las cazuelas y
me tomo un vermú, un vino o una cerveza. Es un oasis de normalidad en estos días
en los que nada es normal. Además, mientras cocinaba Pau me ha contado desde su
cocina (él es especialista en hacer ruido por hangouts desde su casa de forma
que sólo se pille la imagen de su encimera) que su hija, mi ahijada, me reconoce
en una foto (aún no tiene los dos años y tampoco es que yo haya ejercido mucho de
padrino). A ver si soy capaz de enviarle mañana una mona de Pascua a la niña,
que como padrino me han encasquetado esa responsabilidad de estas fechas.
Mare meua, che què bo.
Sobre la canción de Los Planetas, tampoco descartemos que
Jota no tenga ni idea de cocinar y que por eso no come en casa.
Pero hablando de canciones,
prefiero el movimiento que se está dando estos días de subir a categoría de
canción del confinamiento el Agapimú
que los Ojete Calor han recuperado
con Ana Belén. Esta canción está impregnada de optimismo y buen rollo naif que nunca
viene mal, y que puede elevar de nuevo a Ana Belén como la diva de la que
andamos huérfanos desde que ya no están ni Lola Flores ni Rocío Jurado. Vale
que estas dos tenían la personalidad de la tormenta y el huracán mientras que
Ana Belén tiene la presencia de una primavera serena y luminosa, y la belleza rebosando
en su actitud, en su relación con Víctor Manuel y en la calma con la que fluyen
sus palabras cuando habla.
Atención a los
créditos, donde aparece Víctor Manuel.
Fotre, pasar en dos párrafos desde
Los Planetas a Ana Belén, sin
despeinarme, pero es que hoy domingo tampoco hay tanto que contar, como mucho que
quizá baje luego el vidrio al contenedor, que las agujetas van remitiendo y que
tengo algún vecino que pone todos los días la lavadora, mucho. Una de las
explicaciones que le doy es que trabaja fuera en un hospital o residencia de
mayores y lava todos los días su ropa, porque lo que es yo, con una lavadora a
la semana me está más que sobrando.
Aunque bueno, volviendo al Buen día de Los Planetas, hoy me he permitido decirle a una muy buena amiga,
aprovechando recuerdos que me lanza Facebook, que olvide, que no se sienta
culpable, que los déficits de comprensión ajenos no deben ir en su factura
emocional. No me gusta dar consejos, e intento meterme lo menos posible en la
vida de los demás, primero porque no me gusta que opinen a la ligera de la mía
sin tener todos los datos, y segundo, porque el cuñado que todos llevamos
dentro espera siempre cualquier oportunidad para lanzar sus sentencias; y yo no
quiero ser uno de esos cuñados. Pero en este caso no puedo sentirme más
orgulloso de ayudar en momentos complicados a una persona que me aprecia y a la
que aprecio.
Eso también es belleza, como la
de Ana Belén, o como la de un sándwich de Nocilla.
David 25 – Nocilla 0
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