miércoles, 22 de abril de 2020

(OTRO) DIARIO PARA UN CONFINAMIENTO POR PANDEMIA GLOBAL: La berenjena rellena.


MIÉRCOLES 22 DE ABRIL


Pues ya está, al final me lesioné con el ejercicio, en el último minuto, que ya es de coña. Estaba haciendo la última tanda de ejercicios, espoleado por el «¡Vamos campeona, tú puedes guapísima!» de la youtuber con la que me ejercito cada día: unos saltos con sentadilla. Me quedaban apenas unos veinte segundos para terminar la sesión del día, y de repente el gemelo izquierdo ha dicho que como broma estaba bien. A ver si remite, porque tengo recuerdos de ese dolor, de esa lesión que a veces, en tiempos no muy remotos me ha hecho caminar raro (ahora que pienso, recuerdo haber soñado hace unos días con el Ministerio de Andares tontos de los Monty Python). Y creo que no durará más de un par de días. Hoy me estoy tocando más de lo habitual (solo el gemelo, lo otro poco, menos de lo esperado) a ver si el masajeo me ayuda a relajar.

Tendré que seguir haciendo ejercicio de alguna manera porque si no, me veré obligado a reducir mis menús, que en general tampoco es que coma demasiada cantidad. Los primeros días del confinamiento bajé de peso y quise creer que era porque ya no estaban en mi menú las patatas fritas del segundo plato de la cafetería de la Facultad de Medicina de la Autónoma, que es donde comía siempre, al lado de las torres del norte de la Castellana de Madrid. Pero una amiga me dijo que no me hiciera tantas ilusiones, que seguramente eso era porque había perdido masa muscular. Aunque dudo que en una semana perdiera un kilo de músculo. El caso es que después de tres semanas de ejercicio vuelvo a pesar lo mismo que cuando comenzó el confinamiento, y en contra de lo que me dijo hace un par de días un amigo, me noto más barrigudo. Me engaño a mí mismo y me digo que eso es porque los abdominales están empujando desde dentro a la capa de grasa que como buen cetáceo me recubre para nadar en verano en las aguas frías de la piscina no soleada de mi urbanización.

El caso es que hoy me he hecho una berenjena rellena con carne de ternera y una salsa de pimiento rojo y verde, cebolla roja, tomate, tomate seco aliñado, ñora picada, champiñón y la propia berenjena, todo al vino, que vamos, salivando desde el comienzo… Realmente la única grasa de este plato venía en el queso que le he puesto por encima para meterlo al horno.







En los aplausos de ayer fui consciente de que la señora mayor con problemas de movilidad al aplaudir no me saludaba a mí la semana pasada tal y como conté, sino al bebé de mis vecinos, el que ha llorado el 50% del tiempo desde que nació. Ayer todos los vecinos del edificio de enfrente sonreían y saludaban a la ventana contigua a la mía, desde la que sólo veía asomar las manos de la madre del bebé. Entiendo que no todos son parientes o amigos de mi vecina (ni la petarda ni la que mola, la del bebé llorón), así que tenían que estar saludando por fuerza a la pequeña fiera. Si supieran que realmente es un mini monstruo que ha atormentado a sus padres durante meses (ahora ya no llora tanto), no le sonreirían tanto…

Y por último, he recuperado la lectura: Crematorio de Rafael Chirbes, con un inicio muy intenso. Normalmente leo solo en verano, en la piscina, mientras que durante el invierno pierdo el tiempo en cualquier cosa en lugar de aprovecharlo con un libro entre las manos. En contra de la opinión generalizada de que nos sobra el tiempo y hay que hacer cosas para no aburrirse durante esta pandemia, yo no he tenido aún demasiado tiempo para ponerme a leer o ver películas y series. Creo que he dedicado más mi tiempo a las relaciones sociales, principalmente el teléfono, cosa que hace un mes hubiera sido impensable en mí. Y estoy contento al descubrirme capaz de hablar por teléfono durante más de una hora, durante varios días, con alguien. Es ilusionante en tiempos de la pandemia.


David 35 – Nocilla 0


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