DOMINGO 19 DE ABRIL
¿He dicho que me gustan los
mirlos? Es quizá el animal que más veces he mencionado en mis relatos. Oscuros y
misteriosos en sus paseos por los parques, de repente emprenden vuelos espasmódicos
con un canto ajetreado, o se persiguen por los bajos de la urbanización donde
vivo. Ahora mismo es el canto más bello de todos los pájaros que se escuchan
desde mi ventana: gorriones, alguna tórtola, gaviotas de tanto en tanto… Por
cierto, ayer a la hora de los aplausos vi una cigüeña sobrevolando los tejados
del barrio, más arriba que las golondrinas o vencejos, imagino que iría
siguiendo el curso del Manzanares hacia el sur.
Pero volvamos a los mirlos: tengo
una amiga uruguaya, que conocí hace muchísimos años, allá por el comienzo de nuestra
vida en internet. Firmaba sus correos como Rima
del país de los pájaros pintados, y hace unos pocos años ella y su pareja
hicieron escala en mi casa en Madrid durante un viaje de couchsurfing que estaban haciendo por media Europa. Después de eso
volvió un par de veces más por aquí, ya soltera, como escala de otros viajes
más largos que la han llevado hasta Oriente Medio e Irán. Es una nómada digital
que puede permitirse vivir viajando. Tan solo necesita un portátil y una
conexión a internet para ganarse la vida. Además turistea haciendo didácticas
publicaciones en sus redes sociales sobre el día a día de los lugares que
visita, y con conocimiento de causa porque siempre se aloja en casa de locales.
La eclosión de la pandemia le ha pillado en Jerusalén, y está allí conviviendo
con un árabe secular que se ha convertido, según me contó, en una suerte de marido
circunstancial mientras dure el confinamiento.
Pues bien, ayer estuve un rato hablando
con ella a propósito de un mirlo cantando del que subió un vídeo a su Instagram
(en Uruguay no hay, y no es guay… -vale, intentaré no hacer más chistes como
este…-). Se había confundido de animal y le había llamado de otra manera. La
saqué del error, y ya aprovechamos para contarnos un poco por whastapp nuestras
vidas, lo de su «matrimonio de conveniencia», mis enamoramientos y cuitas
sentimentales, la nota de despedida que me dejó la vez que más tiempo se quedó
aquí y que encontré ayer removiendo los libros para el vídeo del que hablé hace un par de días, mis 37 días de
confinamiento y cómo llevábamos cada uno esta historia... Ella me dijo que
había tenido la oportunidad de haberse quedado sola en casa de un señor judío
que la estaba alojando y que se iba a cuidar de su madre, pero que le hubiera
dado un mal si se queda tanto tiempo ella sola y que prefirió compartir la
reclusión con el árabe secular al que había conocido unos días antes por
Tinder. Una apuesta arriesgada que le está saliendo bien. Sin embargo yo le
expliqué que ni de coña me habría ido a compartir vida ahora con alguien de
quien no estuviera seguro al 100% porque estoy demasiado bien solo, y le dije
que me he descubierto como un tipo solitario con grandes dotes sociales. Su respuesta
fue esta:
Ahora resulta que una joven uruguaya
que pasó una semana como invitada en mi sofá me había calado mucho antes que yo
a mí mismo… Cuánto nos queda por saber.
Y por ver… Por ejemplo, quién me
hubiera dicho hace años que para no aburrirme durante una pandemia global haría
directos en una red social mientras preparo la cena, muy Fahrenheit 451, es cierto; y que mi
tía Carmen a sus sesenta y tantos me llamaría crack mientras me ve desde el
sofá de su casa a 430 km de distancia. Si algo bueno tienen las redes sociales,
al menos para los que nos alejamos hace años físicamente de nuestros entornos,
es que han servido para volver a estar cerca, independientemente de la parte
distópica que siempre pueda tener el Gran
hermano.
Hoy por ejemplo he hecho un
televermú con uno de mis consejos de sabios: Silvia y Sergio, desde sus casas,
y en un rato nos hemos puesto al día. Además, Sergio me ha hecho la siguiente reflexión:
viendo un partido de fútbol de 1980 en Teledeporte se dio cuenta que había
otros a los que el confinamiento les estaba haciendo más daño que a él. Le
insisto en que debería publicar sus reflexiones diarias, sus pequeñas píldoras sobre
todo esto. Durante su periodo como cocinero en Seúl hace unos años compartió unas
cuantas joyas sobre sus impresiones con los coreanos, cosas que servían para
continuar cerca de él de alguna manera.
Sobre el resto de mi cotidianidad,
algunos flashes informativos del domingo:
- Mi
vecina petarda no está, o se ha muerto, porque ya no la escucho al
teléfono como las primeras semanas.
- Hoy,
por fin, la Youtuber del ejercicio se ha acordado de mí y ha dicho «¡Muy
bien, campeona…! ¡O campeón!». En serio, me he venido arriba pensando que me
sonreía exclusivamente a mí.
- Está
tronando a base de bien… Otro día sin limpiar las ventanas.
- Si
llevo más de una semana sin salir de casa, ¿por qué hay tanto polvo en el
suelo? Tengo que barrer todos los días… Cuando no estaba encerrado en casa
no lo hacía…
Mañana quizá tenga que trabajar,
que no todo va a ser jijí jajá en la vida del confinado.
David 32 – Nocilla 0
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