VIERNES 24 DE ABRIL
Las tardes, durante la hora de la
siesta, con la persiana bajada y la ventana abierta, colándose por las rendijas
no solo el sol sino el ruido de la calle, especialmente el canto de los pájaros
que ya pueblan los árboles del todo verdes en el parque de detrás de casa, están
adquiriendo cara de verano en estos últimos dos días. (Nota mental: no escribir
frases tan largas con tanta distancia entre sujeto y predicado).
A lo largo de esta semana hemos
tenido días luminosos, nublados, fresco, calorcito, y esta tarde se adorna con
las típicas nubes de desarrollo vertical, con el cielo tomando un color denso,
caluroso, conforme la vista se acerca la horizontalidad. A propósito de esto,
de esa falsa sensación de verano, esta mañana he pensado que en este apartamento,
en esta situación, seguir así en verano sería terrible. Mis ventanales miran al
sur y con el sol alto esto se convierte en un puñetero invernadero. Me gastaría
todo el dinero que estoy ahorrando en bares y restaurantes poniéndome aire
acondicionado en casa.
Ahora que pienso, la inclinación
del sol en estas fechas, un mes después del equinoccio de primavera será más o
menos la misma que un mes antes del equinoccio de otoño, es decir, finales de
agosto. Y el ambiente silencioso de la calle en la que se escuchan los
gorriones, alguna tórtola, voces fugaces y apagadas desde otras ventanas; y la
luz… Todo eso me está recordando en este viernes de pandemia a alguna tarde
perezosa de finales de agosto, pero con menos calor en casa.
El directo de ayer, el día del
libro, en el que junté a once amigos y conocidos: escritoras, editora,
lectoras, prescriptores… para que hablaran de sus libros favoritos o que de
alguna manera les marcaron, fue todo un éxito de crítica y público (en mi escala
de seguidores en instagram). Es muy satisfactorio y gratificante encontrar a tu
alrededor gente que disfruta la lectura, que quiere compartir, y tantos más que
estuvieron atentos, tomando nota y agradeciendo a cada uno de los
intervinientes. Me dieron ideas para repetir o hacer cosas similares.
Ayer hablaba de la idea de tener claro
qué día de la semana es, por lo de tener una pequeña referencia y evitar caer
en la medida de lo posible en un día de la marmota. Pues bien, esta tarde aunque
sea viernes tengo sensación como de domingo (a excepción del hijoputa la radial que se ha puesto
ahora mismo a joder desde algún sitio indeterminado –más abajo en un aparte os
cuento lo del hijoputa la radial-), y
es un peligro caer en un domingo perpetuo. Esta mañana aún se escuchaban a lo
lejos los sonidos amortiguados de las obras de urbanización de la antigua
fábrica de Mahou. Esta mañana era un día entre semana, pero esta tarde es
domingo, y yo he intentado tomármelo como sábado: he remoloneado en la cama, he
tenido una conversación lenta por whastapp, y después de desayunar, he
sustituido el ejercicio por unos vídeos que me envió mi fisioterapeuta de
cabecera para estirar.
Me he equivocado y en lugar de un
vídeo para estirar he puesto uno de yoga… Y lo lamento mucho, pero me ha
parecido un puto rollo lo del yoga. Llevo unos días habituado al entusiasmo de
la de «¡Vamos, campeona!», y el pavo que estaba hablando de la energía y las
bandas en el cuerpo y chuminadas similares, pues no me realizaba… Luego sí que
me han sacado de mi error y he puesto el vídeo de estiramientos, que me ha
relajado más que cualquier posición imposible de yoga.
Me he asomado a buscar al hijoputa la radial, y parece que es un
vecino de rellano mío quien se está poniendo el aire acondicionado, y está
atravesando la pared con taladro, además de recortar algo con una radial.
El
hijoputa la radial: Desde hace muchos años existe en mi imaginario
personal este individuo merecedor de la horca que se dedica a perseguirme por
todo el planeta con una radial. No la usa para descuartizarme ni torturarme físicamente,
sino para atormentarme en el lugar más insospechado y a la hora de más
tranquilidad. Tengo el recuerdo de siestas o mañanas de desmadrugar en mi adolescencia
y primera juventud las que una radial me sacaba de mi estado de placidez. Más
tarde, en mi segunda juventud he sufrido al hijoputo
la radial en muchos otros sitios, pero destacaría una mañana de principios
de agosto de 2007 en Split, Croacia, y sobre todo una siesta en mitad de la
estepa en la frontera entre Rusia y Mongolia en Tashanta (AQUÍ) de mitad de agosto de 2011, materializado en unos
australianos con camión de bomberos que acamparon al lado de nosotros.
¡Aquí! ¿Quién te jode la siesta aquí con una radial?
David 37 – Nocilla 0
CONTINUARÁ…
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