viernes, 24 de abril de 2020

(OTRO) DIARIO PARA UN CONFINAMIENTO POR PANDEMIA GLOBAL: Radiales en la estepa.


VIERNES 24 DE ABRIL


Las tardes, durante la hora de la siesta, con la persiana bajada y la ventana abierta, colándose por las rendijas no solo el sol sino el ruido de la calle, especialmente el canto de los pájaros que ya pueblan los árboles del todo verdes en el parque de detrás de casa, están adquiriendo cara de verano en estos últimos dos días. (Nota mental: no escribir frases tan largas con tanta distancia entre sujeto y predicado).

A lo largo de esta semana hemos tenido días luminosos, nublados, fresco, calorcito, y esta tarde se adorna con las típicas nubes de desarrollo vertical, con el cielo tomando un color denso, caluroso, conforme la vista se acerca la horizontalidad. A propósito de esto, de esa falsa sensación de verano, esta mañana he pensado que en este apartamento, en esta situación, seguir así en verano sería terrible. Mis ventanales miran al sur y con el sol alto esto se convierte en un puñetero invernadero. Me gastaría todo el dinero que estoy ahorrando en bares y restaurantes poniéndome aire acondicionado en casa.

Ahora que pienso, la inclinación del sol en estas fechas, un mes después del equinoccio de primavera será más o menos la misma que un mes antes del equinoccio de otoño, es decir, finales de agosto. Y el ambiente silencioso de la calle en la que se escuchan los gorriones, alguna tórtola, voces fugaces y apagadas desde otras ventanas; y la luz… Todo eso me está recordando en este viernes de pandemia a alguna tarde perezosa de finales de agosto, pero con menos calor en casa.

El directo de ayer, el día del libro, en el que junté a once amigos y conocidos: escritoras, editora, lectoras, prescriptores… para que hablaran de sus libros favoritos o que de alguna manera les marcaron, fue todo un éxito de crítica y público (en mi escala de seguidores en instagram). Es muy satisfactorio y gratificante encontrar a tu alrededor gente que disfruta la lectura, que quiere compartir, y tantos más que estuvieron atentos, tomando nota y agradeciendo a cada uno de los intervinientes. Me dieron ideas para repetir o hacer cosas similares.

Ayer hablaba de la idea de tener claro qué día de la semana es, por lo de tener una pequeña referencia y evitar caer en la medida de lo posible en un día de la marmota. Pues bien, esta tarde aunque sea viernes tengo sensación como de domingo (a excepción del hijoputa la radial que se ha puesto ahora mismo a joder desde algún sitio indeterminado –más abajo en un aparte os cuento lo del hijoputa la radial-), y es un peligro caer en un domingo perpetuo. Esta mañana aún se escuchaban a lo lejos los sonidos amortiguados de las obras de urbanización de la antigua fábrica de Mahou. Esta mañana era un día entre semana, pero esta tarde es domingo, y yo he intentado tomármelo como sábado: he remoloneado en la cama, he tenido una conversación lenta por whastapp, y después de desayunar, he sustituido el ejercicio por unos vídeos que me envió mi fisioterapeuta de cabecera para estirar.

Me he equivocado y en lugar de un vídeo para estirar he puesto uno de yoga… Y lo lamento mucho, pero me ha parecido un puto rollo lo del yoga. Llevo unos días habituado al entusiasmo de la de «¡Vamos, campeona!», y el pavo que estaba hablando de la energía y las bandas en el cuerpo y chuminadas similares, pues no me realizaba… Luego sí que me han sacado de mi error y he puesto el vídeo de estiramientos, que me ha relajado más que cualquier posición imposible de yoga.

Me he asomado a buscar al hijoputa la radial, y parece que es un vecino de rellano mío quien se está poniendo el aire acondicionado, y está atravesando la pared con taladro, además de recortar algo con una radial.

El hijoputa la radial: Desde hace muchos años existe en mi imaginario personal este individuo merecedor de la horca que se dedica a perseguirme por todo el planeta con una radial. No la usa para descuartizarme ni torturarme físicamente, sino para atormentarme en el lugar más insospechado y a la hora de más tranquilidad. Tengo el recuerdo de siestas o mañanas de desmadrugar en mi adolescencia y primera juventud las que una radial me sacaba de mi estado de placidez. Más tarde, en mi segunda juventud he sufrido al hijoputo la radial en muchos otros sitios, pero destacaría una mañana de principios de agosto de 2007 en Split, Croacia, y sobre todo una siesta en mitad de la estepa en la frontera entre Rusia y Mongolia en Tashanta (AQUÍ) de mitad de agosto de 2011, materializado en unos australianos con camión de bomberos que acamparon al lado de nosotros.

¡Aquí! ¿Quién te jode la siesta aquí con una radial?


David 37 – Nocilla 0


CONTINUARÁ…

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