miércoles, 8 de abril de 2020

(OTRO) DIARIO PARA UN CONFINAMIENTO POR PANDEMIA GLOBAL: Volvernos a oler.


MIÉRCOLES 8 DE ABRIL


Para que no me pase lo de ayer, eso de que a mitad de noche se te ocurra una idea genial (o que tú lo creas en tus ensoñaciones) de la que no te acuerdes por la mañana, y tras el consejo de una amiga de que tenga siempre en la mesita de noche una libreta con boli para ir apuntando lo que se me pase por la cabeza cuando despierte, he optado por algo más tecnológico: me he creado un grupo de Whastapp conmigo mismo usando los dos números que tengo, el personal y el del trabajo. Así, con uno de los dos teléfonos siempre a mano, puedo ir recordándome lo que se me vaya ocurriendo. Pues nada, un problema más solucionado entre de las grandes preocupaciones de un ocioso. Seguro que ya no se me vuelve a ocurrir nada ninguna noche

Recuperando el tema de la limpieza, sigo pensando en las ventanas. En serio me he hecho el propósito de limpiarlas después de cinco años sin tocarlas, pero entre que aún no consigo encontrar el tiempo y que no dejan de pasar cada dos o tres días los frentes atlánticos que traen lluvia haciendo que esta primavera mesetaria sea la típica primavera inestable, de días frescos y días cálidos, pues ahí están los cristales sin limpiar. Qué problemón, ¿verdad? Sin embargo hoy la enfermera desconocida con la que hablo de tanto en tanto me ha contado sus problemas reales desde una UCI: deshidratada, con dos batas, dos mascarillas, doble guantes, pantalla… Regresa reventada todos los días a casa pero satisfecha por el trabajo hecho. Y me habla de sus pacientes por sus nombres.

Problemas de primera línea en los que algunos se juegan la salud para que otros podamos decir que hay que ver con los cristales y que si patatín, que si patatán…

Le he lanzado la reflexión de que quizá por esta sobreprotección física que es necesaria ahora (reconozco que voy al súper con cierta aprensión), nos estamos «desnudando» un poco más en lo emocional. Y que qué ganas vamos a tener de «desnudarnos» en lo físico cuando esto acabe, tocarnos, sonreír de cerca, oler...

Por fortuna, y a pesar de la situación, esta enfermera desconocida, que también escribe muy bien, no pierde la perspectiva en medio del Apocalipsis y me responde lo siguiente:

El olor a amor recién hecho
A agua de ducha en compañía
Y a sábanas revueltas
A besos con café
Y en el fondo
Copas de vino
Y la chimenea ardiendo

Esto me recuerda, nos debe recordar, que toda la gente que está ahí luchando contra el virus no son sólo números de recursos humanos del sistema sanitario, sino que son personas con sus anhelos, que hablan de sus pacientes por sus nombres, gentes que después de cada día regresan a casa pensando en el después de todo esto para que no les hunda la situación a la que se enfrentan a diario. Y esto vale por sanitarios, transportistas, quienes trabajan en alimentación, cuerpos de seguridad, servicios sociales, limpieza… Tengo amigos y familiares en casi todos los sectores que no han parado, y sin duda se merecen no solo nuestro aplauso, sino un descanso por el trabajo extra y en riesgo que están desempeñando.

Pues eso, volveremos a tocarnos.

Mientras tanto seguimos en casa. Paso bastantes ratos junto a la ventana, en mi escritorio, y a veces temo haberme convertido en policía de balcón porque no puedo evitar mirar quiénes se mueven ahí abajo: principalmente paseantes de perro y quienes van a la compra. Pero hoy he visto a un señor con movilidad reducida que se paseaba lentamente, recorriendo el pequeño jardín que rodea el edificio de enfrente. El señor, con mascarilla y paso torpe, se ha dedicado a recortar hojas de los arbustos y arbolillos del jardín, no me preguntéis para qué. Más tarde ha entrado al callejón un coche de la Policía Nacional, haciendo una ronda por el parque de atrás, y finalmente un camión del área de medio ambiente del Ayuntamiento.


El recolector

Es peligroso esto de los policías de balcón que increpan a la gente sin saber realmente las circunstancias que les hacen estar en la calle. Cuidado con ser parte del potencial aparato del terror que los conspiranoicos y algunos imbéciles de extrema derecha ya están viendo.

A propósito de esto, del aparato del terror, me he acordado de cuando estudiaba la EGB y los profesores usaban el miedo poniendo algún alumno a apuntar en la pizarra, o desde su pupitre, a los que hablaran. ¿No es una técnica muy nazi? Pensado ahora, treinta años después, lo veo como el papel de los judíos colaboracionistas en los campos de concentración. A mí me tocó desempeñar esa función. Por más que insistiera en que no quería ser delegado de clase, mis compañeros me votaron los tres últimos años de EGB, desde los 11 a los 13 años, los muy hijosdeputa (desde el cariño, que sé que me apreciaban).

Recuerdo que una vez presenté la dimisión, pero ni mi tutor Don Emilio ni la temible Doña Victoria aceptaron mi renuncia. Uno de esos días en los que me tocó apuntar en una lista, como no tuve que salir a delatar a los habladores a la pizarra, sino que recibí la instrucción de apuntar las infracciones desde mi silla, decidí hacer una lista de la compra en lugar de la de los doce del patíbulo. Es cierto que colaboré en el miedo hacia mis compañeros porque me veían escribir, pero al menos no habría consecuencias. Sabía que Don Emilio no me pediría la lista. Pues bien, Sarri, uno de los compañeros más folloneros de clase, que incluso se ganó, o no, algún castigo físico en algún momento, descubrió mi engaño porque quiso arrebatarme la lista en la que se imaginaba apuntado. Cuál no fue su sorpresa al leer una compra imaginaria en aquel papel… Recuerdo que sonrió con mirada inteligente de complicidad y comprensión. No recuerdo que delatara mi estrategia entre los demás compañeros.

Le perdí la pista al Sarri, era un pieza y no frecuentábamos los mismos circuitos en Elche. Pero años más tarde coincidíamos todos los veranos en el Festival de Cine Independiente de Elche (o como se le conoce allí, Los Cortos). 2003 fue el último verano en el que pude asistir al festival y volví a perderle la pista, pero hace unos pocos años hubo una noche de verano, entre semana, que no recuerdo por qué acabé solo por Elche, y por casualidad terminé con él y su muchacha en el Balboa, detrás de la basílica. Hoy día nos seguimos en Instagram. Las redes sociales, tan útiles ahora mismo, también sirven para recuperar otras vidas.

Por cierto, ¡qué ganas de un sándwich de Nocilla!


David 21 – Nocilla 0

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