MARTES 28 DE ABRIL
Finalmente decidí ir hoy a hacer
la compra porque el martes es supuestamente uno de los días en los que menos
gente va al súper, aunque podría haber aguantado un par de días más, a
excepción de las almendras del desayuno, pero teniendo en cuenta que vienen un
par de días festivos, el jueves se va a acumular mucha gente, así que hago mi
operación salida en plan escalonada, tal y como pide la Dirección General de
Tráfico.
De camino al súper, al pasar por
las obras de urbanización de la antigua fábrica de Mahou, me ha llamado la
atención la quietud. Las máquinas estaban paradas pero los operarios estaban
allí, distribuidos por toda la parcela, como tachones amarillos por los
chalecos, quietos aquí y allá, como congelados, en stand-by. Qué raro era. Pero claro, ¿qué puedes hacer en la obra a
la hora del almuerzo si no hay bares abiertos ni puedes sentarte con los
compañeros a compartir charla mientras te tomas el bocata? Estar quieto,
sentado en un bordillo, apoyado en una máquina, encerrado en tus pensamientos.
En el trayecto de regreso ya estaba todo en marcha, ya parecía todo normal,
como si fuera una mañana cualquiera de un martes de primavera junto a una obra
(en uno de los taludes unas amapolas hablaban de la inalterabilidad y lo
efímero de la Naturaleza).
Ahí están: amapolas esperando a que digamos que nos ha jodido mayo con las flores.
En el súper he vuelto a
encontrarme, como hace un par de semanas, con uno de mis vecinos, el que sólo
veo en verano en los ratos de piscina con sus hijas. Y no he podido evitar
decirle: «Hay que ver, en verano nos vemos en la piscina, y en las pandemias
nos vemos en el súper». Esta vez no he ido reculando poco a poco hacia detrás
por si se me acercaba. Hace un par de semanas sí que terminé «acorralado»
contra los pañales, pero esta mañana no he pegado el culo contra el expositor de
hamburguesas y carne picada.
En todo caso, esta salida al
súper y la confección de la lista de la compra me ha servido para darme cuenta
de que no consumo casi nada de pan, aunque la visita al contenedor del vidrio
es igual de ruidosa cada semana.
Este confinamiento también me
está sirviendo para hacer cosas impensables, como limpiar el cubo del
reciclaje. ¡Madre mía! El estropajo que he usado ha ido directamente a la
basura.
Y bueno, pocas más cosas me han
pasado hoy. La anécdota del día, más allá de la salida al súper, es que he
bajado al garaje para darle vidilla a mi parque móvil. Coche y moto han
arrancado sin problemas después de 17 días tras la última vez que los puse en
marcha, el Sábado Santo. La sorpresa ha llegado cuando he querido subirme a la
moto, para modificar la posición de las ruedas, y he descubierto que el sillín
estaba muy sucio… Temo que un gato duerme y/o se limpia el culo en el asiento
de mi moto.
David 41 – Nocilla 0
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